jueves, octubre 1

La experiencia: Historia del hombre

Será muy interesante poder partir de lo que podemos entender por experiencia. Leonardo Boff en su obra “Testigos de Dios en el corazón del mundo”, nos ofrece una aproximación adecuada.

Ex-Peri-Entia
Para él, hay que tomar como punto de referencia la propia etimología de la palabra: ex (fuera de), peri (alrededor de) y entia (su esencia). Justamente experiencia es la ciencia o conocimiento que adquiere el hombre cuando sale de sí mismo y estudia por todos los lados o bajo todos los aspectos el mundo de las cosas o realidades que están ahí.

La experiencia es un conocimiento del hombre hacia toda la realidad que lo rodea; hacemos la aclaración de que no se consigue en los libros, sino que se adquiere día a día en el contacto con la realidad que nos envuelve y nos interpela. Es una riqueza incomunicable, un saber que se verifica con la verdad concreta y vital de todo ser humano.

Aristóteles manifiesta que la experiencia no nace de una percepción aislada, sino que constituye una síntesis de múltiples percepciones y combinaciones. La experiencia no tiene lugar sin unos presupuestos que nos lo ofrece la conciencia, entendida como posiciones tomadas históricamente. Estas posiciones se guían por una serie de aspectos económicos, culturales, políticos, sociales que tiene el ser humano de su vivencia consigo mismo y con el ambiente en que vive. Es decir, la experiencia es el modo de interiorizar la realidad, la manera de situarnos en el mundo y de situar el mundo dentro de nosotros, queda claro que aquí la experiencia reviste el carácter de horizonte.

Centrándonos en América Latina, Leonardo Boff ve este horizonte teniendo en cuenta el prisma de la liberación o la opresión. Es la liberación como una óptica, una experiencia que nos hace descubrir los objetos en su dimensión liberadora o de opresión. Uno de los objetos del lenguaje que se analiza es la palabra Dios.

Ahora bien, al momento de investigar el sentido originario de la palabra Dios, ésta surge cuando se intenta pensar desde una dimensión más original y más honda, sin negar del todo la que se quiere elaborar desde cierto número de imágenes sobre Dios.

Por ejemplo, podemos fijarnos en las dimensiones de la crisis misma de las representaciones de Dios:

  • Trascendentalismo: Dios es lo inagotable de la inteligibilidad: un misterio que cuanto más conocido es tanto más nos revela la infinitud de su comprensibilidad.Trascendentalismo
    No podemos negar que Dios es absolutamente trascendente a todo lo que existe o puede existir; el problema surge cuando el hombre comienza a representar a Dios por encima del mundo, es más, representarlo hasta fuera del mundo. Esta representación sucumbe a una proclamación de un Dios sin el mundo que da lugar a un mundo sin Dios. Hay que tener cuidado, aquí el ateísmo ofrece la oportunidad de una verdadera experiencia del Dios vivo y verdadero que está en el mundo y en nuestras representaciones.

  • Inmanentismo: La verdadera fe vivió y presentó a Dios como el más íntimo a nosotros.Inmanentismo Él está tan metido en el corazón mismo de las cosas, que todo lo que pensamos y hacemos está prerreflejadamente en Dios. El problema surge cuando se intenta representar la inmanencia de Dios, identificando nuestra representación con su presencia. Dios está presente en todo, pero sin negar ni sustituir el mundo y sus realidades por Él. La superación de la inmanencia es condición básica para la posibilidad de una experiencia de Dios en el mundo, pero que no se agota en el mundo. Es decir, Dios está en el mundo, pero también está fuera de él.
En conclusión, Dios no puede ser jamás excluido ni del mundo (trascendente) ni del lenguaje (inmanente). Más bien, se debe llevar a un acogimiento desde un ámbito de fe o creer; y creyendo damos un sí radical a la presencia oculta y silenciosa de Dios, que encontramos en el mundo en que vivimos.

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