miércoles, octubre 7

Experiencia histórica de Dios en un pueblo concreto

Cuando hablamos de Dios, lo hacemos desde nuestra experiencia de vida, desde lo que nos ha sucedido (si es que nos ha sucedido) y/o desde lo que se nos ha inculcado desde pequeños. Lo que somos está determinado por la sociedad a la que pertenecemos, es decir, por la historia de nuestro pueblo.


Cada pueblo se desarrolla de una manera particular, pero en todos ellos juegan un papel importante los aspectos geográficos, económicos, sociales y políticos internos y externos. Hace más de 3.000 años, hacia el 1.200 a.e.c., un grupo de personas huía de una realidad opresora hacia las montañas; los pequeños grupos se reunieron para sobrevivir y desarrollaron una idiosincrasia propia donde se valora la producción de la tierra y la búsqueda de la equidad entre ellos, esto debido a la historia de necesidad por la que pasaron... el devenir histórico es más que un conjunto de hechos, es una vida que hay que saber aceptar y aprovechar, con lo positivo y con lo negativo.

Les hablamos del pueblo de Israel, que históricamente comenzó a formarse en oposición a los modelos tributarios oprimidos por reyes e iniciaron un sistema comunitario que sobrevive a distintas opresiones y que vive en constante éxodo, en constantes momentos de liberación. La autodeterminación y el aprovechamiento de las tierras que nadie quería hicieron que los demás pueblos los tuvieran por grupos insignificantes; pero fue en esos pequeños grupos, esas pequeñas tribus, donde se formó una conciencia de pueblo y se leyó su propia historia como elección de El-Dios (seguramente una lectura posterior en los tiempos de recopilación y redacción en tiempos de restauración). Un pueblo no nace de la noche a la mañana, y tampoco podemos afirmar que los ritos y las celebraciones vienen del aire, todo es producto del desarrollo cotidiano, incluida la experiencia de fe.

Región PalestinaLa fe en El-Dios que reúne y acompaña a su pueblo no nace inicialmente de elementos extraños o de invenciones de algunos personajes, sino que parte de la experiencia, de lo histórico, del sentido de liberación; no es una simple doctrina religiosa. Dicha experiencia de igualdad y de oportunidad para todos permite leer los acontecimientos de éxodo y entrada en un territorio como voluntad divina y donación-cumplimiento de un sistema nuevo que es totalmente necesario (prometido).

Junto a la fe está la esperanza; por el mismo hecho de estar encarnada en la realidad de las personas, la fe produce esperanza en el cambio y la construcción de un sistema único que cobije a todos por igual y, a su vez, la esperanza suscita la fe en Aquel que hace posible el cambio social. En este punto tienen gran importancia los aportes de los líderes de las tribus y clanes, caracterizados por su espíritu carismático; contrastan con algunos gobernantes que más bien se dedicaron a fundamentalismos políticos, económicos o religiosos que estancaron el desarrollo del pueblo.

Es en medio de la realidad, del contexto, donde experimentamos la manifestación de Dios. Esto mismo que vive el pueblo de Israel es leído en la Iglesia,  donde se ve cómo las distintas gentes de diferentes lugares se acogen a ese plan de salvación que nacía con unas pequeñas tribus y a quienes les llega el mensaje de un sujeto que viviendo de manera explícita y solidaria su vida, reconoce ser el Hijo de Dios y acepta con toda calma y amor lo positivo y lo negativo, hasta el punto de la cruz. La Iglesia es heredera de esta tradición que proclama la existencia de un modelo propio de salvación y liberación real en la historia y está llamada a hacerlo palpable en nuestro mundo, en medio de opresiones modernas.

Siendo duros, pero también realistas,  hemos de dar crédito a Dios por lo que sucede en la historia que nos permite conocerlo a Él y conocer lo que quiere de nosotros; ¿de qué otra manera podemos entender que un grupo de “miserables” (personas de la miseria) se sintieran pueblo de Dios y hayan trascendido en la historia?, más aún, ¿Cómo es posible que un grupo de personas proclame a un “crucificado” como modelo a seguir? No sean estas palabras escandalosas, sino más bien un análisis real de la experiencia real de Dios en la historia. Si son motivo de escándalo pedimos disculpas; pero invitamos a cuestionar a los escandalizados a preguntarse si han vivido en realidad una ex-peri-entia de Dios, ya que fuera de la realidad es muy difícil (por no decir imposible) percibir a Dios y en esas dos preguntas se nota que la liberación y el cambio son la mayor experiencia divina del hombre.

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