martes, septiembre 29

¿Quiénes somos?

Conócete y Conócelo
Hola, somos Luis y Yesid, estudiantes de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. En esta carrera hemos podido conocernos más en relación con todo lo que nos rodea y compartir las experiencias de Dios en nuestras vidas y las de muchos pueblos a lo largo de la historia de la humanidad, especialmente la del pueblo de Israel.

Aún no hemos terminado los estudios de pregrado; pero queremos presentar elementos de los estudios realizados para compartir con ustedes lo aprendido y permitirles vivir esta misma experiencia.

Esperamos que sea de su agrado y que puedan hacer las preguntas que consideren... intentaremos acompañar sus inquietudes con nuestra experiencia de vida y estudios.

¡Qué sea de mucha utilidad!

viernes, septiembre 18

¿Cómo entender el Misterio de Dios?

La Adoración
Ante el Misterio de Dios la actitud propia del hombre es la adoración. A Dios lo vamos conociendo por medio de nuestra propia historia, más aún, con la carga histórica del pueblo al que pertenecemos; como cristianos, la compresión que tenemos de Dios está identificada con la comprensión que tengamos de Cristo. Hacemos un acercamiento al Misterio desde la Tradición que ha llegado hasta nosotros y que podemos seguir conociendo. La clave está en preguntarnos ¿Desde dónde decimos Dios?

A lo largo de la historia el ser humano se ha preguntado por su origen; entre las respuestas que fue dando se encontró con que habría de existir un ser superior a quien llamamos Dios. Los filósofos buscaron un ser superior con ciertas características, algunos como significación para las personas y otros como autoafirmación de sí mismos. Como hecho religioso que es, la búsqueda de Dios no se limita sólo a las características que da la filosofía sino que comprende como elemento constitutivo el que Dios es Ágape, es el “Dios-Amor” que hace una promesa a Abrahán y salva a un pueblo de las desgracias que le suceden.

Entre lo Divino y lo HumanoAlgunos, a lo largo de la historia, han definido que por un lado está la razón, que da elementos fijos sobre dios y, por otro, están quienes proponen que a la fe no se le puede imponer elementos, pues ésta es mayor que la primera… en pocas palabras “entiendo para creer” o “creo para entender”, como decía San Agustín. Pero para poder encontrar a Dios, no sirve ponerse a discutir sino llegar a puntos que permitan avanzar en esa búsqueda, así que está claro que fe y razón se deben ir de la mano.

Del decurso de esta investigación del hombre por encontrarse con Dios, también se ha llegado a preguntar si por el simple hecho de pensarlo o de cuestionarse por un ser superior éste necesariamente tiene que existir. A lo que nos referimos es que el hombre tiene como opción, y con fundamentos, creer en la no existencia de Dios. ¿Cómo puede ser esto? Los seres humanos dudamos de la existencia de Dios; pero también nos hemos encargado de reconocer hechos que no tienen explicación aparente y que únicamente dejan la pregunta abierta sobre el sí a la existencia de Dios. Para analizar esta situación (Aceptación o Negación), presente en todo ser humano, debemos abordar la pregunta por la existencia de Dios con disponibilidad y apertura; a esto se suma el hecho de que está también abierta la posibilidad de decir No, aunque ya se hubiere dicho Sí.

La fe como don que se da a todas las personas es la manera de revelarse de Dios en ellas como origen y sentido de su existir; dicha revelación es algo procesual que el hombre va descubriendo. De sí el ser humano es religioso, pero se debe saber diferenciar las verdaderas de las falsas religiones; aquellas que reconocen en el hombre lo que éste es, las antropocéntricas, podríamos darles mayor fundamento como verdaderas, de lo contrario se podría pensar que la catalogación “opio del pueblo” sería válida para referirse a ellas.

Debemos transparentar a DiosLa experiencia es la principal manera de conocer en la que se fundamenta el hombre, quien está en continuo contacto con la realidad que lo envuelve; es la manera de situarse y de situar el mundo en cada uno; es una toma de conciencia de la propia relación consigo mismo y con el trascendente. En la medida en que se hacen representaciones de Dios se está queriendo limitar al Ilimitado, tal como ha sucedido con el Trascendentalismo, al ponerlo como una figura absolutamente trascendente -fuera del mundo- o el Inmanentismo, al ponerlo en todas las cosas sin dejar al mundo ser el mundo. El mundo debe ser entendido bajo el fundamento de que por las creaciones tenemos una idea del creador, es decir, de lo que el mundo es Transparenta a Dios. Es necesario Reflexionar las experiencias personales que dan razones para luego poder tomar una opción de fe.

Cuando una persona toma una opción de fe lo hace desde una profundidad en la cual comprende que todo remite a Dios y por lo cual toda acción toma sentido. Todo lo visible es algo superficial y es visto como una verdad a medias; pero cuando esa verdad no logra satisfacernos es necesario ahondar (también en sentido espiritual) para conocer la Verdad. Así es como el pueblo de Israel va constituyendo las experiencias superficiales de las pequeñas tribus y luego las lee en profundidad, dándose cuenta de la acción de Dios revelándose en su historia. A nuestros días, las pocas experiencias personales marcan lo que somos, sólo faltaría leerlas a profundidad para poder encontrarnos con esa realidad, con el Trascendente, con Dios y, así, poder dar sentido a nuestras vidas.

Les presentamos una pequeña historia que nos ayuda a comprender mejor cómo es que la tarea de ir conociendo a Dios se va realizando en nuestras vidas, muchas de las veces estamos en una situación de no aceptación o de no conocimiento porque no hemos querido dar una oportundad de saborear la existencia de Dios... Clic para leer la historia
Para tener otra perspectiva sobre ¿Cómo entender el Misterio de Dios?, también te invitamos a leer lo que dice Pedro Sergio Antonio Donoso Brant en su página. Una reflexión con funtamentos sociales, históricos, bíblicos y de fe... Clic para ampliar

jueves, octubre 8

Diversas formas de experiencia en la historia

Para complementar la experiencia de Dios desde Leonardo Boff, Carlos Bravo en su texto “El marco antropológico de la fe”, presenta un apartado con las diversas formas de la experiencia en la historia.

Él va a distinguir tres formas principales de la experiencia:

    Empírica
  1. La empírica: Son todas las percepciones inmediatas, pre-críticas, en definitiva, las que componen la vida cotidiana en nuestro contacto directo con el mundo que nos rodea. El conocimiento es superficial y puede ser muy inexacto.
  2. La experimental: Se realiza reflexivamente y con un fin determinado. Es el instrumento propio del científico y comprende el estudio metódico y sistemático de los datos aportados por la experiencia empírica.
  3. La existencial: Incorpora la totalidad de la experiencia humana, pues abarca todos los niveles de la existencia y del horizonte del ser. Pertenecen experiencias básicas como son: la alegría, tristeza, soledad, responsabilidad, fidelidad, frustración, odio, amor, entre otros. Lo específico es la unión entre una apropiación espiritual y la apertura a una nueva experiencia dentro de un proceso siempre abierto.


Experimental
Son tres formas en las que el hombre se da al encuentro con el mundo, con los hombres, consigo mismo y con Dios. Ahora bien, ¿cómo se da cada una de las experiencias en el encuentro con Dios?:
  1. En la experiencia empírica, el hombre descubre la presencia de Dios en todo lo que le rodea, la misma vida le va dando respuestas de la voluntad de Dios. Podríamos decir que el hombre experimenta una religiosidad popular, corriendo el riesgo de formarse una fe sin fundamento reflexivo y crítico.
  2. En la experiencia experimental, donde podemos encontrar grandes teólogos, formulan excelentes propuestas teológicas tomadas y analizadas de lo visto en la experiencia de las personas que le rodean; se encargan de presentar tratados sistemáticos de la experiencia de Dios en la vida de los hombres, pero corriendo el peligro de no testimoniarlo en sus propias vidas.
  3. En la experiencia existencial, que debe ser el punto de partida de todo ser humano para vivir el encuentro de Dios, es la vinculación completa de todo el ser a la revelación que le interpela y le da como respuesta un quehacer coherente.
Existencial

Verdaderamente, el hombre en sí se hace a partir de experiencias y este es el medio por el cual, en distintos niveles, se puede ir reconociendo una experiencia de Dios.

miércoles, octubre 7

Experiencia histórica de Dios en un pueblo concreto

Cuando hablamos de Dios, lo hacemos desde nuestra experiencia de vida, desde lo que nos ha sucedido (si es que nos ha sucedido) y/o desde lo que se nos ha inculcado desde pequeños. Lo que somos está determinado por la sociedad a la que pertenecemos, es decir, por la historia de nuestro pueblo.


Cada pueblo se desarrolla de una manera particular, pero en todos ellos juegan un papel importante los aspectos geográficos, económicos, sociales y políticos internos y externos. Hace más de 3.000 años, hacia el 1.200 a.e.c., un grupo de personas huía de una realidad opresora hacia las montañas; los pequeños grupos se reunieron para sobrevivir y desarrollaron una idiosincrasia propia donde se valora la producción de la tierra y la búsqueda de la equidad entre ellos, esto debido a la historia de necesidad por la que pasaron... el devenir histórico es más que un conjunto de hechos, es una vida que hay que saber aceptar y aprovechar, con lo positivo y con lo negativo.

Les hablamos del pueblo de Israel, que históricamente comenzó a formarse en oposición a los modelos tributarios oprimidos por reyes e iniciaron un sistema comunitario que sobrevive a distintas opresiones y que vive en constante éxodo, en constantes momentos de liberación. La autodeterminación y el aprovechamiento de las tierras que nadie quería hicieron que los demás pueblos los tuvieran por grupos insignificantes; pero fue en esos pequeños grupos, esas pequeñas tribus, donde se formó una conciencia de pueblo y se leyó su propia historia como elección de El-Dios (seguramente una lectura posterior en los tiempos de recopilación y redacción en tiempos de restauración). Un pueblo no nace de la noche a la mañana, y tampoco podemos afirmar que los ritos y las celebraciones vienen del aire, todo es producto del desarrollo cotidiano, incluida la experiencia de fe.

Región PalestinaLa fe en El-Dios que reúne y acompaña a su pueblo no nace inicialmente de elementos extraños o de invenciones de algunos personajes, sino que parte de la experiencia, de lo histórico, del sentido de liberación; no es una simple doctrina religiosa. Dicha experiencia de igualdad y de oportunidad para todos permite leer los acontecimientos de éxodo y entrada en un territorio como voluntad divina y donación-cumplimiento de un sistema nuevo que es totalmente necesario (prometido).

Junto a la fe está la esperanza; por el mismo hecho de estar encarnada en la realidad de las personas, la fe produce esperanza en el cambio y la construcción de un sistema único que cobije a todos por igual y, a su vez, la esperanza suscita la fe en Aquel que hace posible el cambio social. En este punto tienen gran importancia los aportes de los líderes de las tribus y clanes, caracterizados por su espíritu carismático; contrastan con algunos gobernantes que más bien se dedicaron a fundamentalismos políticos, económicos o religiosos que estancaron el desarrollo del pueblo.

Es en medio de la realidad, del contexto, donde experimentamos la manifestación de Dios. Esto mismo que vive el pueblo de Israel es leído en la Iglesia,  donde se ve cómo las distintas gentes de diferentes lugares se acogen a ese plan de salvación que nacía con unas pequeñas tribus y a quienes les llega el mensaje de un sujeto que viviendo de manera explícita y solidaria su vida, reconoce ser el Hijo de Dios y acepta con toda calma y amor lo positivo y lo negativo, hasta el punto de la cruz. La Iglesia es heredera de esta tradición que proclama la existencia de un modelo propio de salvación y liberación real en la historia y está llamada a hacerlo palpable en nuestro mundo, en medio de opresiones modernas.

Siendo duros, pero también realistas,  hemos de dar crédito a Dios por lo que sucede en la historia que nos permite conocerlo a Él y conocer lo que quiere de nosotros; ¿de qué otra manera podemos entender que un grupo de “miserables” (personas de la miseria) se sintieran pueblo de Dios y hayan trascendido en la historia?, más aún, ¿Cómo es posible que un grupo de personas proclame a un “crucificado” como modelo a seguir? No sean estas palabras escandalosas, sino más bien un análisis real de la experiencia real de Dios en la historia. Si son motivo de escándalo pedimos disculpas; pero invitamos a cuestionar a los escandalizados a preguntarse si han vivido en realidad una ex-peri-entia de Dios, ya que fuera de la realidad es muy difícil (por no decir imposible) percibir a Dios y en esas dos preguntas se nota que la liberación y el cambio son la mayor experiencia divina del hombre.

domingo, octubre 4

¿Por qué no pensar en el sí a Dios?

Hans Küng, uno de los grandes teólogos de la actualidad, en su texto “Existe Dios, Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo”, parte desde un posible ateísmo para fundamentar un teísmo en el ser humano. Lo va a presentar de la siguiente manera:

Encuentro entre Dios y el hombre
Desde grandes filósofos como Marx, Feuerbach, Freud y Nietzsche, quienes han demostrado que el ateísmo es posible y no se puede refutar ni eliminar racionalmente. Ahora bien, desde aquí él manifiesta que no se puede excluir la otra alternativa del ser humano que es el sí a Dios o la posible existencia de Dios.Por lo tanto, es posible tanto el sí como en no a Dios, lo consideraríamos un empate; pero ante la existencia de Dios, Hans va a resumir las soluciones en los siguientes tres puntos:
  1. Si Dios existe, él es la respuesta a la radical problematicidad de la realidad.
  2. La existencia de Dios es algo que puede ser aceptado.
  3. La existencia de Dios es algo que sólo puede ser admitido mediante una confianza basada en la realidad misma.
Toda esta entrega confiada a un fundamento, en este caso Dios, es lo que conocemos como creencia o fe en Dios. Justamente, aquellos los hombres que profesan una fe semejante se les llaman creyentes en Dios.

El sí a Dios implica una confianza radical últimamente fundada en la realidad. Es una realidad fundamental anclada en la más honda de las profundidades y en el fundamento de todo fundamento y orientada hacia la meta de todas las metas. Por lo tanto, no puede haber un empate entre fe en Dios y ateísmo.

Esto no quiere decir que el hombre no esté indiferente ante la opción entre ateísmo y fe en Dios; pero el hombre experimenta la racionalidad radical de la propia razón: la confianza radical en la razón no es irracional, sino que está racionalmente fundada. La realidad primera y última, Dios, aparece así como la garantía de la racionalidad de la razón humana.

Confianza en DiosEsta racionalidad es semejante a la de la confianza humana, no es una racionalidad externa en la que la existencia de Dios no se da primero racionalmente probada o demostrada y luego creída; ni tampoco, es primero el conocimiento racional de Dios y luego el reconocimiento confiado. Se trata más bien de una racionalidad interna, en la que se es capaz de proporcionar una certidumbre fundamental: es en el confiar en Dios donde el hombre experimenta la racionalidad de su confianza.

Al hablar de la confianza fundamental o fe en Dios es cosa del hombre entero, existente y concreto; es suprarracional, no hay prueba lógica concluyente; no es irracional porque sobre la realidad de Dios hay una reflexión que parte de la experiencia humana y apela a la libre determinación del hombre; tampoco es una decisión ciega e irrealista; por supuesto, se ejecuta en la relación con los demás y no se decide de una vez para siempre ya que la fe en Dios jamás está asegurada contra el ateísmo.
Revelación
La fe en Dios es don, es una decisión confiada del hombre. Dios no es objeto inmediato de experiencia, por esta circunstancia la fe aparece como don, es abrirse por completo a esa realidad que a su vez se me abre, que se revela como origen, sentido y valor primero: desde que el mundo es mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras. Dios existe; luego es legítimo hablar de revelación como también de gracia.

jueves, octubre 1

La experiencia: Historia del hombre

Será muy interesante poder partir de lo que podemos entender por experiencia. Leonardo Boff en su obra “Testigos de Dios en el corazón del mundo”, nos ofrece una aproximación adecuada.

Ex-Peri-Entia
Para él, hay que tomar como punto de referencia la propia etimología de la palabra: ex (fuera de), peri (alrededor de) y entia (su esencia). Justamente experiencia es la ciencia o conocimiento que adquiere el hombre cuando sale de sí mismo y estudia por todos los lados o bajo todos los aspectos el mundo de las cosas o realidades que están ahí.

La experiencia es un conocimiento del hombre hacia toda la realidad que lo rodea; hacemos la aclaración de que no se consigue en los libros, sino que se adquiere día a día en el contacto con la realidad que nos envuelve y nos interpela. Es una riqueza incomunicable, un saber que se verifica con la verdad concreta y vital de todo ser humano.

Aristóteles manifiesta que la experiencia no nace de una percepción aislada, sino que constituye una síntesis de múltiples percepciones y combinaciones. La experiencia no tiene lugar sin unos presupuestos que nos lo ofrece la conciencia, entendida como posiciones tomadas históricamente. Estas posiciones se guían por una serie de aspectos económicos, culturales, políticos, sociales que tiene el ser humano de su vivencia consigo mismo y con el ambiente en que vive. Es decir, la experiencia es el modo de interiorizar la realidad, la manera de situarnos en el mundo y de situar el mundo dentro de nosotros, queda claro que aquí la experiencia reviste el carácter de horizonte.

Centrándonos en América Latina, Leonardo Boff ve este horizonte teniendo en cuenta el prisma de la liberación o la opresión. Es la liberación como una óptica, una experiencia que nos hace descubrir los objetos en su dimensión liberadora o de opresión. Uno de los objetos del lenguaje que se analiza es la palabra Dios.

Ahora bien, al momento de investigar el sentido originario de la palabra Dios, ésta surge cuando se intenta pensar desde una dimensión más original y más honda, sin negar del todo la que se quiere elaborar desde cierto número de imágenes sobre Dios.

Por ejemplo, podemos fijarnos en las dimensiones de la crisis misma de las representaciones de Dios:

  • Trascendentalismo: Dios es lo inagotable de la inteligibilidad: un misterio que cuanto más conocido es tanto más nos revela la infinitud de su comprensibilidad.Trascendentalismo
    No podemos negar que Dios es absolutamente trascendente a todo lo que existe o puede existir; el problema surge cuando el hombre comienza a representar a Dios por encima del mundo, es más, representarlo hasta fuera del mundo. Esta representación sucumbe a una proclamación de un Dios sin el mundo que da lugar a un mundo sin Dios. Hay que tener cuidado, aquí el ateísmo ofrece la oportunidad de una verdadera experiencia del Dios vivo y verdadero que está en el mundo y en nuestras representaciones.

  • Inmanentismo: La verdadera fe vivió y presentó a Dios como el más íntimo a nosotros.Inmanentismo Él está tan metido en el corazón mismo de las cosas, que todo lo que pensamos y hacemos está prerreflejadamente en Dios. El problema surge cuando se intenta representar la inmanencia de Dios, identificando nuestra representación con su presencia. Dios está presente en todo, pero sin negar ni sustituir el mundo y sus realidades por Él. La superación de la inmanencia es condición básica para la posibilidad de una experiencia de Dios en el mundo, pero que no se agota en el mundo. Es decir, Dios está en el mundo, pero también está fuera de él.
En conclusión, Dios no puede ser jamás excluido ni del mundo (trascendente) ni del lenguaje (inmanente). Más bien, se debe llevar a un acogimiento desde un ámbito de fe o creer; y creyendo damos un sí radical a la presencia oculta y silenciosa de Dios, que encontramos en el mundo en que vivimos.